viernes, 1 de mayo de 2009
Entrevista a JOSÉ HIGUERAS, el pintor de la luz.
"UN BUEN PINTOR PUEDE SER UN GRAN PINTOR Y UN DIBUJANTE MEDIOCRE"
Quizás si preguntáramos en las calles de Herencia por José Higueras no sabrían decir quién es ni dónde vive. Quizás alguien lo relacionaría con el nombre de un certamen de pintura rápida que se celebra anualmente en el pueblo con motivo de la feria, o incluso quizás pudieran saber que es el dorador del retablo del Convento. Podría ser que, además, haya quien sepa que vive junto con su mujer Higorca en este lugar de La Mancha desde hace algunos años. Si esa misma pregunta se formulara en Tokio, o en Bélgica, o en la entrada de la Fundación Taylor en París, sin duda responderían: “Es el pintor de la luz”. Y es que José Higueras, hombre de carácter tranquilo, acogedor en su voz y afable en el trato, no cae en la arrogancia del vulgar, ni en la impostación del inseguro. No se vocifera por entre sus vecinos sus virtudes y logros. Su pintura habla por él, que huye del pecado tan extendido del autobombo y altanería a la que tantos otros (artistas, políticos o don nadie) nos tienen acostumbrados por desgracia. “Yo me sorprendí cuando leí críticas en los periódicos de Francia y Bélgica en las que me llamaban `el pintor de la luz´. Es algo que me han atribuido otros, pero con lo que me siento totalmente identificado”. Pero de eso se dio cuenta tiempo después cuando él mismo revisó y estudió su propia obra y cayó en la cuenta de que aquellos críticos ciertamente algo de razón llevaban. “Hay cosas que se llevan dentro, que uno no se da cuenta. Más tarde, conforme vas creciendo, te percatas de qué es lo que más sientes o lo que más se adapta a tus aptitudes”. Y José Higueras, poco a poco, fue corroborando que lo que más se adaptaba a sus aptitudes era la pintura. La pintura y solo la pintura. “Tengo necesidad de pintar. Yo lo considero como si fuera una enfermedad, pero en el sentido en que el antídoto contra esa enfermedad es precisamente pintar. Cuando pintas te liberas del mundo y te encuentras en otro distinto. Te olvidas incluso de comer. Creo que eso se lleva dentro”.
Higueras empezó a pintar desde muy niño. Aquella necesidad le brotó del alma, aunque fue su tío quien encauzó ese torrente de arte enseñándole las primeras técnicas. Era tal la pasión que sentía que aquello cruzó el límite de la afición, hasta el punto de convertir la pintura en su profesión: “A mí la pintura me ha dado de comer porque me he dedicado a esto. El que lo lleva dentro lucha por todos los medios por llegar a conseguir el encontrarse en ese ambiente. Quien lo tiene por hobby no se sacrifica. Y es que hay muchas épocas en las que es un auténtico sacrificio el dedicarte verdaderamente a lo que sientes. Esa es la diferencia entre una persona aficionada y la que lo lleva dentro de verdad. Yo he tenido momentos duros en los que, pese a todo, he preferido seguir pintando”. Porque los principios siempre cuestan, mucho más cuando el artista aún no ha sido reconocido y no se le atribuye el valor que posee. Sin embargo cabe preguntarse ¿cómo se consigue ese reconocimiento? ¿Son los críticos quienes dan valor a la obra o es la propia obra de arte la que posee un valor intrínseco desde un primer momento? “Las dos cosas. Influye la valoración que te den del agrado que tenga la obra y luego la obra que la valoren como más o menos buena. Ha habido obra muy buena en el mundo y que no ha estado reconocida hasta mucho después de morir el artista, como por ejemplo el caso de Vermeer o de otros muchos. En ese aspecto he tenido paso a paso un poco de suerte porque han ido reconociendo la obra. La prueba la he tenido en los premios y galardones que me han dado”. En este punto Higorca, la esposa de Higueras, interrumpe sin poder remediárselo: “Tú no juzgas tu obra, te la juzgan a través de críticos, pero no cualquier crítico, sino de peso internacional. Una obra no está valorada hasta que no lo está internacionalmente”. Definitivamente el tiempo es el que pone cada cosa en su sitio. Los vaivenes profesionales suelen ser tan inevitables como los emocionales. De los primeros, la mejor parte la describe el pintor: “La época más fuerte dentro de mi trayectoria ha sido en los años noventa que fue cuando nos movimos mucho más. Hemos participado en certámenes y en cosas en el extranjero”. Habla en plural. Porque nunca deja de lado a su esposa con la que comparte su pasión por el buen yantar, las tertulias, el mundo artístico-cultural y, como no, la pintura. De los vaivenes emocionales también ha pasado por la experiencia en varias ocasiones. “Por cuestiones sentimentales me encontraba que era incapaz de dar color y eso que soy una persona que tiene facilidad para ello. Me salía una época que yo la llamé época gris. Todos los cuadros eran grises. Le comentaba a Higorca: “Higorca aquí no sacamos cabeza porque a esto no hay manera de meterle color”. Estuve así unos dos años. Y curiosamente ha sido la serie de unos 50 cuadros que mejor he vendido en mi vida”. Incluso la salud ha jugado un papel relevante, al menos en su técnica, ya que hasta antes de verse sometido a un complejo proceso médico su ámbito era el óleo. “Cuando caí enfermo no tenía mucho tiempo para pintar, tan solo una o dos horas, y con el óleo era incapaz, así que empecé a pintar acuarela. Además yo siempre he tenido en mi mente a los grandes maestros antiguos que dejaban la técnica de la acuarela para el final de su trayectoria. ¿Por qué? Muy sencillo: porque se pierde vista, que es la base principal, y mediante la acuarela se puede expresar todo perfectamente, por ser más mancha y menos detalle”.
Los lienzos de Higueras soportan diferentes motivos: paisajes, retratos, alegorías, pero sobre todo, lo que quizás pueda definir la obra del pintor de la luz sean los bodegones, las naturalezas muertas. “Tengo de todo, pero siempre hay un tema en el que te encuentras más a gusto. Porque cuanto más estudias una cosa, más información recibes, y más información puedes transmitir. Entre lo que ve el ojo, lo que retiene la mente y lo que esta transmite a la mano, son tres mundos totalmente distintos y distancias abismales. O sea, la información que tu puedas ver y darle al cerebro, a lo mejor luego es un 5% lo que puedes transmitir. Es cierto que me considero más a gusto en el bodegón, pero luego todo es muy relativo porque he estado en sitios donde la parte de mi obra que más han valorado ha sido el paisaje”. No obstante, pese a tocar diversas temáticas, hay un hecho indiscutible y es que Higueras no pinta sobre lo que sucede en la sociedad. En su obra no hay ni una pincelada del mundo actual, de tantos temas que a los ciudadanos de hoy en día les preocupan, muy lejos de lo que, por ejemplo, Picasso hiciera en su día con su gran obra “El Guernica”. “La verdad es que nunca me ha atraído. He preferido quedarme al margen, de las temáticas sociales, bueno si, hay artistas que lo prefieren, pero yo de eso no me he preocupado, porque considero que una vez que la obra está hecha es exactamente igual que haya una corriente social o que haya otra. La obra es la misma”. Inmutable en el tiempo. Como son las obras maestras: ajenas a las corrientes, modas o preocupaciones sociales coyunturales. Sin embargo lo que parece mantenerse inalterado es una perenne pregunta dicotómica: ¿qué es más importante: el dibujo o el color? “Son dos cosas distintas pero que van unidas. Un buen pintor puede ser; un gran pintor y un dibujante mediocre. Y puede ser un gran dibujante y un pintor mediocre. Ahora si se unen las dos, entonces salen los genios, pero en fin, yo no me considero en ese término”. Y sin embargo, sin considerarse un genio, José Higueras es reconocido internacionalmente. Aunque en su tierra parezca no ser profeta, puesto que no es que se le reconozca sino que a menudo pasa desapercibido. Lleva ya 12 años viviendo en Herencia. Pudiendo saborear las mieles del éxito en la ciudad de la luz. Este pintor de la luz prefiere disfrutar de las llanuras manchegas. “Siempre he llevado mi tierra por bandera. Me encuentro muy a gusto en Herencia. Vivo muy tranquilo y estoy muy agradecido al pueblo. Aquí la gente me respeta, por lo que estoy muy agradecido. No es lo más importante ser profeta en tu tierra, sino encontrarte a gusto y ver que la gente te aprecia y te respeta”. Aunque nació en Camuñas, vivió muchos años en el Pirineo catalán, pasó por las calles de Montmatre en París y después de varias ciudades y medio mundo terminó en una acogedora casa repleta de cuadros suyos y de Higorca y de algunos amigos suyos, en Herencia. La vida parece jugar a las sorpresas. “Yo seguramente no hubiera vuelto nunca. Pero a veces en la vida de una persona suceden circunstancias ajenas a los pensamientos que ella tiene. Vine aquí a raíz de la muerte de mi madre. Me di cuenta de que llevaba todo el tiempo pintando fuera y que no había pintado mi tierra”. Y así, con el afán de cumplir las ilusiones de su madre, se vino a pintar a su mancha, aunque no a su pueblo natal, sino a 10 kilómetros de distancia. La razón: “Vinieron a buscarme porque Jesús Madero se jubilaba y no podían tenerlo en nómina en el Ayuntamiento. Así que aterricé en la Universidad Popular. Fueron dos años, y lo dejé porque consideraba que tenía que moverme más fuera. Ese fue el único motivo por el que vine a Herencia. Si él hubiera podido seguir yo nunca hubiera venido a impartir clases. Después salió lo del convento y bueno pues luego ya nos encontramos muy a gusto aquí”. Precisamente por haber trabajado algún tiempo en la Universidad Popular, enseñando a pintar, conoce muy de cerca las posibilidades reales que existen en el pueblo para desarrollarse artísticamente. “Considero que para los principios hay suficiente en el pueblo, pero lo que pasa es que todo son hábitos. Entonces depende de cómo impliques la corriente de los cursos para que sea más o menos factible. Cuando vine me encontré que llevaba muchos años la Universidad Popular, pero no había ninguna persona, ni niños ni mayores, que fueran capaces de hacer un cuadro ellos solos. ¿Por qué? Pues porque la enseñanza que habían tenido (que yo no digo que fuese mala) desde mi punto de vista no era la correcta. Llevamos 26 años de Universidad Popular y es lamentable que un premio infantil o juvenil tenga que venir una persona de fuera, porque del pueblo no se presenta nadie. Una persona se puede iniciar en el pueblo e incluso se puede valorar, pero luego tiene que salir y seguir aprendiendo”.
Higueras, el pintor de la luz. Toda una vida dedicada en cuerpo y alma a la pintura. Toda una vida plasmada en lienzos. Muchos de ellos repartidos por lo ancho y largo de la faz de la tierra: desde la Casa Real, a los más prestigiosos museos. Una vasta obra que en buena parte aún posee. En el otoño de su vida se plantea ¿qué será de su legado?: “Tenemos gran cantidad de obra, nuestra y de otros compañeros. Nuestra gran ilusión sería que toda la obra se quedara junta en La Mancha. Podríamos ponerla en otros lugares, sobre todo en Francia donde ya me lo han propuesto. Pero siempre he visto mal que un artista español haya dejado la obra en el extranjero. Lo que no sabemos como podría materializarse eso. Podría ser bien en museo, en fundación o algo similar, pero ahí han de intervenir otras personas. Las instituciones son las que tienen que hacerse cargo. La obra no está ya en Francia porque no quiero. Sería una ilusión grande para nosotros que se quedara en Herencia porque me he encontrado muy a gusto aquí estos años”.
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