miércoles, 10 de febrero de 2010
Rafael Garrigós: “EL PRIMER TEATRO QUE PISÉ FUE LA IGLESIA DE MI PUEBLO"
La entrevista con Rafael Garrigós no es sino una pieza en tres actos al más puro estilo de teatro clásico, aunque sin guión previo. Plantemiento: una breve presentación formal en el patio del Ayuntamiento. Es Rafael Garrigós. Hace vestuario y escenografías de teatro. Ha trabajado con distintos equipos artísticos del Centro Dramático Nacional y del Teatro Real y en ciudades como Madrid, Barcelona o Berlín. Candidato a uno de los mayores premios de teatro nacionales, el Max, al mejor figurinista en 1999, creador de los trajes de Los Pelendengues de este año y de cinco carteles anunciadores del Carnaval de Herencia. Nudo: me cita en un ecléctico café en el céntrico barrio de Chueca de Madrid. El último Perlé de Honor en el ámbito socio-cultural confiesa cierto nerviosismo por la atención que le prestamos. Se siente halagado y agradecido al pueblo. Habla con pasión de lo que mejor conoce en esta vida: el teatro. Piensa y filosofa en voz alta. Avanzamos con calma en la conversación y retoma cabos, apostillando cuestiones que quizá hayan quedado inconclusas en su reflexión. Es un hombre tranquilo, pero vehemente en los temas que le importan. Sus palabras se desbordan al hablar de Herencia: es un torrente de ideas, sueños y querencias. Desenlace: me siento en la butaca del Teatro Arenal, al lado de la Puerta del Sol de Madrid. Se alza el telón y veo la creación real de Rafa en escena: un magnífico vestuario que acentúa y perfila cada personaje. Continuamos la charla del día anterior con matices aquí y allá. Un mensaje de texto ya me había advertido de que estaba rumiando poder volver y darle más sustancia a algunas cuestiones. Se le adivina un perfeccionista, amante de la belleza y lo bien hecho. Cuida mucho lo que hace porque lo ama. Cuida el teatro. Cuida a Herencia. Y sin pretensiones, ni delirios de grandeza.
¿Se ha hecho esperar el Perlé? ¿Qué sientes al recibirlo?
A cualquiera le gusta imaginar que se tenga un detalle así de bonito con él, aunque no estoy acostumbrado a los reconocimientos y me cuesta un poco asumirlos por mi timidez. Pero al venir del pueblo y estar especialmente vinculado con el Carnaval es especial. Aunque es verdad que alguna vez se te pudiera pasar por la cabeza, también es cierto que hay quinientas personas que están trabajando día a día en el ámbito sociocultural en el pueblo y que merecerían ese Perlé, probablemente antes que yo. Si me emociona el Perlé es porque aunque no haga nada en el día a día en Herencia se me llena la boca del pueblo allá donde voy. Todo lo que hago, lo hago con mentalidad de ser del pueblo: con los pies en la tierra. Mi lenguaje es el del pueblo, así me expreso y me explico. No cambio mi carácter por estar en otro sitio currando.
Eres titulado en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (RESAD). ¿Le dijiste a tu madre: mamá quiero ser artista?
Eso no se plantea. Son hechos consumados. Mis padres nunca me han presionado para elegir una cosa u otra. Jamás me dijeron que estudiara una carrera más práctica o con mayores expectativas de futuro. Desde pequeño tenía unas facultades e intereses distintos a la mayoría y eso no les descuadró, aunque tampoco les suscitó un entusiasmo tremendo. Vieron que iba para artista y nunca me pusieron cortapisas. Siempre confiaron en mí y me apoyaron. El primer teatro que he pisado ha sido la iglesia del pueblo. Vivía enfrente y fui monaguillo. Me encantaba ver aquellas imágenes con esos vestuarios tan alucinantes, y estar por detrás, en la sacristía, o acceder al campanario. Era como estar entre bambalinas. Después pensé estudiar Bellas Artes. Lo que ocurre es que cuando eres chaval das palos de ciego porque no tienes claro tu camino. Pero el camino se decanta solo, y el mío fue el teatro. Tenía cierta vocación, me gustaba el oficio de actor, pero más como aprendizaje que para trabajar en ello. Tenía muy claro que mi talento era el arte plástico, la pintura, la arquitectura…
¿Tanta confianza tenías en ti mismo?
Pienso que sí. Cuando eres chaval te lanzas a la aventura pensando que tienes un gran porvenir por delante. Sucede sobre todo cuando tienes algo vocacional, ya sea artístico o de cualquier otro tipo. En los años ochenta todo el mundo quería estudiar algo artístico porque lo veía en la televisión, por influencia de series como Fama. En nuestro propio pueblo había un interés brutal por la música, la cultura,… mucho más que ahora sin duda.
¿Cómo viviste aquella época?
En el pueblo los chavales teníamos interés por todo: cine, música. Ahora se ha desvaído mucho. No hay ese interés por lo moderno, ni por la cultura, sino por aquello que puede consumirse. La cultura hoy se puede fagocitar y es un poco más de usar y tirar. Antes también era un poco así, pero la gente quería formar parte de eso: querían ser especiales por sus gustos y en su vestimenta. Ahora se lleva más identificarte con una pandilla, formar parte de un grupo. Antes teníamos una actitud más individualista. Entonces ser auténtico significaba enfrentarte a actitudes muy instaladas en la sociedad del pueblo y muy conservadoras. Elegir determinadas cosas fuera de la norma era romper. Era una sensación de ser raro. Hoy en día a nadie se considera raro, tome la determinación que tome con su vida, con su carrera o con su vida personal. A nadie le choca nada. La sociedad es muy permeable a lo nuevo y a lo distinto. Toda España ha cambiado en quince años de la noche al día, aunque cohabite con una parte de la sociedad muy conservadora. Hoy se puede ser igual de auténtico pero sin la necesidad de romper con nada, sin enfrentarte a nada. Yo no me sentí raro en el pueblo, ni me lo hicieron sentir pese a haber sido como me ha dado la gana, pero conocí gente que sí rompía con lo que le rodeaba. Ahora tenemos vidas conformadas, con casuplones de la hostia. Vivimos en un apalancamiento general. Todo el potencial que tenemos lo tenemos apático. Herencia tiene la capacidad de cambiar a mejor porque por muy viejuna que esté tiene mucho potencial.
Ganaste el primer premio de Figures del IV Concurso Teatro Español de Madrid. ¿Qué es ser figurinista exactamente?
Es el que hace vestuario, el que hace los figurines, pero no solo es dibujar. Acometer el trabajo de vestuario no es hacer solo los diseños, sino definir unos personajes, consensuar y visualizar con el director lo que quiere contar: dar un estilo, buscar materiales y supervisar un trabajo global en el que trabaja mucha gente. Siempre digo que hago escenografía y vestuario. Además del proyecto estoy con la gente del taller dirigiendo y ayudando. Si firmo el vestuario y la escenografía de una obra todo lo que se ve, cuando se levanta el telón, es mi creación, bajo mi responsabilidad y control.
¿No te ves sobre las tablas en un futuro?
Me gusta mucho el trabajo de actor, pero no tengo vocación de actuar. Me parece que los actores son inseguros, competitivos y egocéntricos. Hay una serie de aspectos de carácter que no comparto, así que me siento muy bien donde estoy: detrás. Formo parte del resultado final del teatro, y no me pierdo ningún ensayo, pero desde otra función que también es necesaria.
¿Y de director?
Me gusta mucho, pero hay que tener un talento muy especial. Es muy complicado y me da mucho respeto. Así que no aunque me interesa hacer el seguimiento como coparticipe de un montaje. No me pierdo el proceso. A veces incluso hago mis aportaciones desde mi lugar.
¿No te interesa el cine?
He hecho un par de ayudantías pequeñas en cine y la preparación de una película pero no el rodaje. Creativamente es más rico trabajar en teatro porque aquí se puede hacer un trabajo imaginativo en contraposición al cine, que suele pedir realismo.
¿Qué te aporta el teatro?
El teatro es un enganche total porque es un espectáculo vivo y activo, desde el principio al fin. No es una película que pueda verse en cine o en casa en dvd. Tiene un tirón brutal aunque sea pan para hoy y hambre para mañana para mucha gente. Es alucinante por el directo: no se puede piratear. Por esto, por mucho que se hable de la crisis del teatro como medio en relación con el cine u otros lenguajes plásticos, tiene un futuro brutal. Es una experiencia única.
¿Qué aconsejarías a alguien que quiera hacer teatro?
Que sea consciente de que es un kamikaze. Hay que ser tenaz, constante y echarle un par. En teatro no existe la estabilidad que te pueda ofrecer otro tipo de trabajo, sino que te lanzas al vacío aunque al final compensa poder vivir de lo que más te gusta en la vida. Es un trabajo, pero es algo más: es una opción de vida real. A alguien joven que está empezando le diría que intentara asegurarse una cierta estabilidad económica porque con eso se puede hacer lo que a uno le dé la gana. Se puede compatibilizar. Si te gusta hacer algo con locura y lo dejas de hacer porque quieres ser sensato la estás cagando. No dejes de hacer nunca lo que te guste: nunca hay que dejar atrás el talento que uno tenga.
¿Cómo ves a Herencia culturalmente hablando?
Me parece que en el pueblo, visto desde una perspectiva de quien trabaja y vive fuera, la gente devuelve el triple siempre que les des cualquier incentivo, por pequeño que éste sea. Creo que necesitamos sentir que nuestro pueblo va a muerte con los que somos del pueblo. No nos apoyamos lo suficiente. También noto cierta actitud un poco pasiva, esperando que les den las cosas hechas. Y con la cultura deberíamos de ser menos improvisados. En Herencia hay talento de sobra, propuestas y gente que estamos deseando volcarnos, tanto profesionales como aficionados. La gente tiene que sentir que se cuenta con ellos consultándoles porque así sería menos apática y quejica. Es hora de eliminar frases como: “¿Eso? ¿En el pueblo? ¿Para qué?”. Hay un montón de eventos que son por y para el pueblo y que podrían organizarse mejor. Para el carnaval, por ejemplo, no se pueden organizar las actividades siendo una mera fotocopia del programa del año anterior. Se debería llevar el carnaval otra vez al centro del pueblo. ¿Por qué no se crea en mayo un taller de carnaval donde se expongan ideas, se confeccionen trajes, etc.? Estoy seguro de que habría una respuesta masiva. Hay que sacar a la gente de sus casas. Hay que debatir todas estas cosas más allá de los foros de Internet y de las cañas. Conviene ser un poco críticos y no regalarnos los oídos, ni ir de sobrados. Tenemos que ser menos cerrojos y escucharnos. Ser críticos no significa ser destructivos. Repecto al nuevo auditorio, por ejemplo, conviene no decir solo si es demasiado grande o no. Vamos a ser positivos y aportar ideas. Ya que está ahí ¿por qué no se piensa en él como un gran centro polivalente donde además de conciertos y teatros se puedan programar distintas eventos durante todo el año como inauguraciones del carnaval, actividades para la Semana Santa herenciana, talleres de música, etc? Todo lo que tenga que ver con la cultura en Herencia podría centralizarse en ese espacio que ofrece mil posibilidades. Es muy bueno ser crítico con nosotros mismos. Podríamos hablar de muchas cosas como por ejemplo de la arquitectura local: en quince años nos hemos cargado el pueblo. No ha habido una protección de las casas solariegas y manchegas. Esto parece Port Aventura: ¡chalets en el medio del pueblo! Es irreversible y para siempre.
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