viernes, 10 de septiembre de 2010
JOSÉ MARÍA MORALEDA JIMÉNEZ: “Veremos cosas muy bonitas que resolverán grandes problemas, pero traerán grandes dilemas éticos”
En la puerta de la casa aún permanece el cartel: “Don Valerio Moraleda. Médico. Rayos X”. Dentro también se encuentra intacta la sala donde Don Valerio atendía a las gentes de Herencia. Hoy su hijo, José María Moraleda, continúa sus pasos en el mundo de la medicina, en Murcia donde es catedrático y coordinador de Trasplante Hematopoyético y te Terapia Celular. Se trata de un hombre sencillo, refinado en las formas, inteligente en el sentido más amplio de la palabra: intelectual y emocionalmente. Porque José María es la antítesis de la arrogancia. Lógico si uno tiene la suerte de hablar con él y embriagarse con ese torrente de emoción, propio del que ama su oficio: “En esta profesión tener vocación es realmente importante; si no tienes muchas cosas que dar es difícil que seas un buen médico, ya que interviene mucho la persona: saber escuchar, tener paciencia, empatía, no cansarse cuando te cuentan sufrimientos… porque eso agota, pero es necesario”. En su recuerdo permanece las buenas maneras de trabajar de su padre, del manejo artístico que hacía del historial clínico, su afán por estudiar y la dedicación a los demás. Él mismo parece haber heredado aquel don del esfuerzo y la dedicación porque no para, con humildad y sin histrionismos, pero con una constancia y eficacia tan sublimes que llega a emocionar y motivar para seguir luchando.
¿En qué consiste básicamente su trabajo?
Fundamentalmente soy médico, en la extensión clásica de la palabra: escucho y estoy con las personas, las atendiendo y soluciono sus problemas. Mi maestro, Antonio López Borrasca, siempre decía que para ser un buen médico había que además de asistir a los enfermos, investigar y hacer docencia. Mi trabajo se divide en tres vertientes: la asistencial, diagnosticando y tratando enfermedades de la sangre, incluyendo los trasplantes de médula ósea a los que dedico más tiempo. Luego está la parte docente en la Universidad de Murcia donde imparto clases. Y por último también investigo en varios aspectos del trasplante y en los últimos años, en la utilización de células madre para la curación de enfermedades; es lo que se llama terapia celular.
¿Cómo consigue llegar a dirigir la Unidad de Terapia Celular de Murcia?
Con mucho esfuerzo, un buen equipo, y formación continuada. Durante unos años estuve en Inglaterra y Estados Unidos aprendiendo a hacer trasplantes de médula ósea. Cuando regresé a España monté la unidad de trasplantes en el hospital Clínico de Salamanca, y posteriormente en Murcia, donde saqué la cátedra de Medicina. Durante mi estancia en el hospital Fred Hutchinson Cancer Research Center en Seattle, donde aprendí con el premio Nobel de Medicina, Donnall Thomas investigábamos en modelos animales los efectos del trasplante de médula ósea para curar enfermedades como la leucemia y los linfomas, y nos dimos cuenta que un pequeño porcentaje de las células que implantábamos se convertían en células de otros tejidos como el corazón o el hígado. Esto nos sugirió que además de poder curar enfermedades propias de la médula ósea, la manipulación de este tipo de células madre podrían servir para curar las enfermedades de otros tejidos distintos del organismo. A principios de esta década varios grupos de investigadores demostraron que la infusión de células madre de la médula ósea ayudaba a reparar el corazón, el páncreas o las neuronas en animales. Y de ahí surgió la idea de la Terapia Celular derivada de la médula ósea. No fue mía esa idea, otros empezaron antes, pero hemos continuado en esa linea. Es un campo apasionante, con unas grandes perspectivas de generar nuevos tratamientos para enfermedades que ahora no tienen solución, como las enfermedades neurodegenerativas, la diabetes o los grandes infartos.
¿No se te ha planteado nunca algún tipo de problema ético en tu día a día profesional?
Las células pueden obtenerse de muchas fuentes. Una de ellas es con las que trabajo: son células madre adultas, habitualmente del propio individuo. Otras fuentes celulares son las embrionarias. El problema que tienen las células embrionarias es que se puede destruir un embrión para utilizarlas, aunque ahora hay maneras de no destruirlo del todo (esto se ha sofisticado mucho). Ahí sí que se puede presentar un problema ético evidente. La ventaja: se trata de células muy inmaduras y que, teóricamente, en determinadas condiciones te permiten generar un tejido entero en el laboratorio. De hecho ya se está haciendo: se pueden generar células que latan como el corazón o que tengan las mismas capacidades metabólicas que el hígado. Se podrían fabricar tejidos sin la necesidad de donantes (que siempre estamos con la falta de donantes, pero para que te donen un órgano tiene que morirse una persona); y las alternativas que tenemos hasta ahora, órganos artificiales o de animales, no son buenas. Con este tipo de estrategias se podrían obtener los órganos necesarios, pero ya te digo con los consecuentes problemas éticos, aunque la legislación española lo permite. Muy recientemente se ha descubierto que se pueden generar células muy parecidas a las embrionarias a partir de una célula del pelo o de la piel, insertándoles cuatro genes por ingeniería genética. Este es un adelanto de primer orden y marcará el futuro inmediato, porque estas células no proceden de un embrión, pero tienen sus características, se llaman celulas madre embrionarias inducidas. Yo con células embrionarias no he trabajado; solo lo he hecho con células madre adultas.
¿Y cómo ve usted moralmente la utilización de células embrionarias?
¡Qué complicado! Tengo mis dudas. No soy partidario del aborto, por ejemplo. Soy médico y mi orientación fundamental es salvar la vida e impedir el sufrimiento, no dificultar la vida. No me meto en los aspectos éticos que puedan tener para otras personas porque hay muchas cosas discutibles, pero yo no lo hago. En este tipo de materia como tengo algo que, insisto, no daña la posibilidad de vida y puede darme la misma solución, pues prefiero estudiar en ese campo, en las células madre adultas, ante que en las embrionarias. Aunque como he comentado antes, las células madre embrionarias inducidas no presentan estos dilemas y tienen un gran futuro. Si es posible llegar a un mismo final, aunque tenga más dificultades técnicas, pero sin esos problemas éticos, pues lo prefiero.
Pero usted como médico tendrá una opinión sobre los límites de la vida y qué se puede hacer o no se puede hacer, por ejemplo, con los embriones.
Eso tienen que resolverlo los expertos en ética y en moral. Yo no lo soy. Puedo tener mis convicciones, pero no puedo pontificar ni como médico ni como científico en algo que no me compete. Si hay embriones que ya están congelados, que van a ser destruidos, ¿por qué no utilizarlos para evitar el sufrimiento o la muerte de una persona? Dentro de mi pensamiento analítico podría resultar razonable. Pero somos muy dados a empezar con excepciones y acabar con generalidades. En cualquier caso creo que es la sociedad quien tiene que dar respuesta a esos problemas. Algo similar sucede en cuanto al aborto. Hay muchas formas de enfocar las cosas, pero lo que es evidente es que en cuanto hay una fecundación, si no se interviene, termina formándose un ser humano. ¿En qué momento puede considerarse que se es un ser humano o no? Muy difícil cuestión, al igual que determinar cuándo acaba la vida. ¿Acaba cuando no hay función cerebral o no? Hay algunas respuestas que pueden parecer científicamente claras pero que son cuestionables bajo el punto de vista ético o moral y viceversa. Los científicos no son los únicos que deben delimitar estas cuestiones; urge una meditación general y un debate profundo de la sociedad, en el que intervengan los expertos correspondientes para generar guías con actualizaciones permanentes, porque el avance científico es rapidísimo.
¿Se investiga suficiente en España?
Nunca es suficiente la investigación. Esta pregunta tiene una contestación filosófica y otra práctica. La filosófica es que si de la investigación se nutre el cerebro humano para conocer más cualquier aspecto de la realidad que le rodea, jamás se investiga lo suficiente. La práctica es que la investigación necesita dinero, y para saber si se investiga lo suficiente en España tienes que ver el porcentaje del PIB que destina nuestro país a la investigación y ponerlo en relación con lo que invierte en otros países europeos o en Estados Unidos, o Japón: obviamente No. Si bien es verdad que hemos dado un avance tremendo en los últimos veinte años: la escalada es importante aunque no es suficiente. Una persona que se dedique exclusivamente a investigar no puede vivir en España si quiere hacer carrera de científico porque no está bien considerada, ni se paga como debería ser, ni tiene prestigio social. Eso falta en España. El famoso cambio de estructura productiva que tanto se ha anunciado, está pendiente. ¿Por qué? Porque hay que poner el dinero para que ocurra. Y esto no es algo de una generación. La clave es que no se trata de un esfuerzo de un año, o dos o cinco sino de varias generaciones: apostar por la ciencia claramente y a largo plazo. Quizás en parte lo que pasa es que políticamente no tiene un rédito electoral porque no da unos resultados inmediatos.
¿Cómo ve la medicina del futuro? ¿Es una ficción llegar a ser inmortales?
Genericamente soy una persona optimista. Me dedico a tratar a personas con enfermedades muy graves y si no fuera optimista probablemente no hubiera sobrevivido. El progreso de la medicina es logarítmico, aunque hay una disociación entre lo que espera la sociedad y lo que realmente existe. Socialmente estamos habituados a tener las cosas inmediatamente. Hemos entrado en una dinámica de consumismo, basada en el dinero, y queremos las cosas al instante. Sin embargo la ciencia va más lenta, aunque los progresos son impresionantes. Vamos a ver cosas realmente de ciencia ficción. Ya tenemos el conocimiento del genoma y con ello la posibilidad de clonar: hacer un ser humano es científicamente posible. No digo que sea pasado mañana, pero esa posibilidad se dará. Veremos cosas muy bonitas porque van a resolver grandes problemas, pero traerán grandes dilemas éticos y morales: si somos capaces de vivir indefinidamente ¿hasta cuándo? Si somos capaces de emprender la vida ¿qué tipo de vida y con qué control? Pero no tengo claro que esto sea extensible a todo el mundo. Es cierto que hay muchos avances, pero por otro lado hay gente en el mundo que se muere de hambre.
¿Y en España?
Aquí lo más valioso es el esquema de la Seguridad Social. Poder tener una medicina gratuita, accesible para todo el mundo, y de la calidad que tenemos en España no se da en ningún sitio. Y doy fe de ello porque he trabajado en muchos sitios fuera. No hay medicina generalizada tan buena como la española. La atención de la Seguridad Social española en cuanto a tecnología es excelente y ese sistema está ahora mismo en serios problemas financieros. Hay que encontrar el equilibrio para que esto no se destruya. Y no es fácil porque la medicina es ahora muy tecnológica y el paciente exige tecnología. Pero si yo tengo experiencia y soy capaz de diagnosticar un problema tocándote la barriga, ¿por qué tengo que hacer un TAC o una resonancia? Pero la exigencia del uso tecnológico es general y eso tiene un coste económico tan alto que no sé si vamos a poder permitírnoslo durante mucho tiempo. La tecnología es un avance, no digo que no haya que emplearla, pero cuando se deba emplear. No sistemáticamente de entrada, porque hundiremos el sistema. Las máquinas pueden resolverte problemas, pero no el juicio clínico. Para hacer un tratamiento bueno se necesita un diagnóstico bueno, y para hacer un diagnóstico bueno necesitas unas consideraciones intelectuales que tienen que ver con tu juicio crítico. Por mucha tecnología que se tenga, si no se tiene un buen juicio clínico no hay nada que hacer; y eso se consigue estudiando y, como decía Don Valerio, con una buena dosis de sentido común.
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