lunes, 18 de abril de 2011

¿A quién quieres más?


¿a papá o a mamá? A los dos. No, ¿pero a quién más? A los dos. No, pero a uno un poquito más... Pues sí: a tu puta madre, ¿te vale ahora? Quizás esa debería de ser la respuesta de un crío al que, ya desde pequeño, lo encaminamos -todos- a tener que elegir desde una posición excluyente y negativa. ¿No podríamos preguntar cuánto quiere a su mamá y cuánto a su papá? ¿Por qué nos empeñamos en contraponer cosas que, per se, no son antagónicas o contrapuestas?

La cosa empeora conforme uno crece y se hace todo un hombre, hecho y derecho y con pelos en los huevos. Y eso de las elecciones excluyentes se vuelven no solo más frecuentes sino necesarias y de lo que uno debe sentirse orgulloso, porque es de mayores tomar decisiones. E incluso ya no hay que esperar a que a uno le crezca el bello en los cataplines porque las elecciones trascendentales cada vez son más prematuras. ¿Letras o ciencias? ¿Un poquito de todo? No, no, hay que especializarse para ser más eficaz y competitivo. Ah... o de otro modo: para ser un auténtico gilipollas en casi todo y tan solo un poco imbécil en el maravilloso campo que has escogido. Así nos van las cosas.

Especialización, especialización, especialización. Una carrera concreta, un máster para profundizar, unas prácticas para ahondar más aún... Ya se sabe que quien mucho abarca, poco aprienta... ¡Está claro! Vamos, clarísimo. Y lo mejor es que nos lo creemos.

¿Todo esto a cuento de qué? A cuento de mi propia vida, cómo no. ¿Qué haré después de mi trabajo en ONU? ¿Tiraré por el Periodismo o por el Derecho? ¿Qué te gusta más? Todo, depende, no sé. Me gustan muchas cosas. Me apasiona lo relacionado con la comunicación, con el derecho en general, y con la lucha por los derechos humanos en particular, el mundo global, los problemas locales. No, no, no, ¿pero qué quieres exactamente, precisamente? Joder, que son ya treinta años.

Y NO TENGO NI PUTA IDEA. Pero lo mejor de todo es que, sabéis, no me importa en absoluto. Yo sé que elegir y tomar decisiones es difícil y no reniego de que haya que hacerlo. Marcar tus propias metas, y buscar los caminos para conseguirlas es algo realmente admirable para conseguirlo. Pero, ¿por qué, una y otra vez, se empeña la sociedad en obligarnos a elegir una meta, una única meta, desmarcada del resto de posibilidades? ¿Por qué no se puede querer a los dos, a papá y a mamá, igualmente? ¿Qué necesidad de cerrar puertas para mostrar públicamente una fachada de integridad y convicción en algo de lo que posiblemente no estemos de convencidos? ¿Se trata el triunfo general de la teoría de la fidelidad amorosa transmutada a todas las disciplinas de la vida?

No sé, ni contesto. Lo único que digo es que a mí me gusta estar en misa y repicando.

miércoles, 13 de abril de 2011

99 Wines


La ignorancia es el mayor aliado del error, el resorte de las decepciones y, a la vez, una ventana a la sorpresa. Porque toda vez que la experiencia y el conocimiento vencen los muros del desconocimiento la realidad se presenta tal cual es. Y uno cae del error, y uno se decepciona porque lo que creía ya no es, pero ocurre que también puede ser que lo nuevo, lo hasta entonces desconocido se presente de una manera más hermosa, atractiva y placentera de lo que imaginaba.

Y todos somos eternos ignorantes. Nadie posee el conocimiento pleno sobre cada aspecto de cada asunto. Pero el ser humano tiene esa capacidad asombrosa de aprendizaje, de curiosidad y descubrimiento, de sobreponerse a ese pecado original que es la ignorancia. Y cada día uno aprende, dice el poeta...

Pensaba que venía a Austria, país cervecero por excelencia. Ya me imaginaba a mí mismo dando el salto mortal hacia las grandes pintas tostadas o rubias, siempre frías. No me gustaba la idea, pero estaba resignado de antemano. Total, no es Austria prima hermana de Alemania?

De nuevo la realidad me ha sacado de la ignorancia, con gran regocijo por mi parte. Austria no es Alemania, gracias a dios. Resulta que Austria no solo ama el vino sino que lo produce y cuida con mimo. No lo dicen las guías de turismo sino mi propia experiencia vital. Qué alegría haber descubierto los vinos blancos de la región de Estiria. El fin de semana pasado hubo, cómo no, un festival a los pies del Ayuntamiento (Rathaus) dedicado a este Estado, y a su gastronomía y a sus vinos. No comentaré más.

No he vuelto a pensar en Austria como país netamente cervecero. Eso ya solo lo restrinjo a Alemania, y a la zona de Babaria más específicamente. Austria es algo más. Para muestra, otro botón.

No seré prólijo en detalles con respecto a un local. Su nombre: 99 Vinos. Imagina un espacio minimalista, abierto a la calle, acogedor, y con 99 botellas de vino en sus paredes, clasificados y seleccionados en función de sus cualidades: afrutado, exótico, picante, blanco, rosado, tinto... Te recibe el dueño, sonrisa y buenas maneras como carta de presentación, te entrega una copa vacía y uno va degustando uno y otro. Y cuando se acaba una botella inmediatamente es reemplazada por otra distinta. Y pasa el tiempo, las horas, los tragos entre amigos y charlas y picoteo... Al final uno se va sin que nadie te presente una cuenta, sin que nadie te diga lo que tienes que pagar. Uno mismo es el que, voluntariamente, deja en un jarrón de cristal el dinero que considere oportuno... maravilloso descubrimiento.

Aunque aun me pregunto qué pasaría con un local así en Madrid.

Por cierto, aquí está el enlace, para los curiosos

http://www.99wines.at/

lunes, 4 de abril de 2011

De rutinas, calores, bicis y otras cosas...


La rutina nos priva a menudo del placer de la sorpresa y del asombro y, en cambio, tapia nuestro cerebro que, sin ventanas, no es capaz de mirar más allá de su microespacio cerrado. Es ella quien encadena nuestro espíritu y lo amansa lentamente. Trasciende al quehacer diario y es capaz de envolver las vidas en todas sus aristas. Y es ahí cuando se aplana el corazón y se desvaloran los momentos, los gestos o las emociones.

Ocurre que quien se acostumbra a la lluvia no valora el agua que cae, o hasta la aborrece. Y quien tiene pan cada mañana lo tira a la noche si queda un pedazo duro. Al día siguiente habrá más, y tierno. Las leyes del mercado se adelantan al mismo y casi se presentan axiomas naturales: la abundancia de algo devalúa ese algo que pasa a ser un elemento más de la rutina diaria. Monotonía vital.

Y sin embargo, esa sobreabundancia o esa rutina monótona y aplastantes no son universales: varían de una región a otra, de una persona a otra, incluso de un tiempo a otro. Y, de nuevo en Viena, uno llega a esta ciudad apaleada por vientos y hielos y nieves y frío y más frío y nubes, y nubarrones, y nieve y viento, viento, viento durante largos meses de invierno. Y es aquí donde opera el milagro: sale la mariposa de su capullo (escondida sin remedio) y con los primeros rayos de sol y un moderado calor la ciudad se abre, se transforma y sale de su rutina. Es primavera. Una primavera que se te encarama a los ojos y te vapulea de una forma que es imposible ignorarla.

Quien vive bajo un sol sempiterno difícilmente podrá experimentar una sensación similar pues ya está habituado a la luz de un cielo abierto y brillante. De nuevo la abundancia y la rutina. Pero quien carece de él, quien no está acostumbrado a él, lo recibe con una alegría, un asombro y unas ganas apabullantes.

Este fin de semana Viena ha celebrado la llegada de la primavera. Sus calles, ya engalanadas con unos brotes generosos verdes, violetas, blancos por cada rama de los infinitos árboles, se han entregado a las gentes. Las gentes se han entregado a la ciudad y se han subido a sus patines, monopatines y bicicletas. La ciudad entera ha rodado de parque en parque, de rincón a rincón, para celebrar la llegada de lo tan deseado: el sol, el calor, la primavera.

Ha sido algo espontáneo. Los árboles han explotado en aromas y colores en apenas una semana. Y unos y otros han cogido sus mantas para ocupar todas las miles de zonas verdes (una cada 50 metros diría yo sin exagerar. Quizás un parque cada 200 metros en algunos casos en los que se atraviesa uno de los dos millones de palacios. Porque esto es Viena: un palacio con jardines. Toda ella. Incluso se ha organizado una concentración de bicicletas donde además de espectáculos de saltos se compraban y vendías bicis, había talleres para repararlas, bares, barbacoas, exposiciones, exhibiciones,.. y toda una auténtica cultura de y para la bici: una bienvenida oficial para que aquellos que no estuvieran a punto pudieran aprovechar el momento y preparar las bicis porque en este tiempo, viviendo en Viena, es impensable andar por ahí sin una de estas bicis. Que para eso hay que aprovechar la no lluvia y el calorcito que ya nos va rozando....

Por cierto, tanto es así, tan preparada está la ciudad para las bicicletas y tal acogida tienen éstas entre los vieneses que hasta la policía se adapta a la nueva situación. Después de un fin de semana loco con mi "nueva" vieja bicicleta PUCH (pura austriaca), de vuelta a casa un domingo a las doce de la noche, me paran dos coches policiales. Documentación por favor. Y al poco: sople por favor. TEST DE ALCOHOLEMIA PARA BICICLETAS... toma ya. Y no he sido el único: seis estábamos en ese momento soplando. Menos mal que las dos cervezas que llevaba encima no me han delatado y he podido continuar la marcha sin variar mi buena opinión que tenía de las ventajas de conducir en bici por la ciudad. Eso sí, tengo que poner una luz urgentemente, so pena de multa.

Parece ser que las historias continuarán....