lunes, 4 de abril de 2011
De rutinas, calores, bicis y otras cosas...
La rutina nos priva a menudo del placer de la sorpresa y del asombro y, en cambio, tapia nuestro cerebro que, sin ventanas, no es capaz de mirar más allá de su microespacio cerrado. Es ella quien encadena nuestro espíritu y lo amansa lentamente. Trasciende al quehacer diario y es capaz de envolver las vidas en todas sus aristas. Y es ahí cuando se aplana el corazón y se desvaloran los momentos, los gestos o las emociones.
Ocurre que quien se acostumbra a la lluvia no valora el agua que cae, o hasta la aborrece. Y quien tiene pan cada mañana lo tira a la noche si queda un pedazo duro. Al día siguiente habrá más, y tierno. Las leyes del mercado se adelantan al mismo y casi se presentan axiomas naturales: la abundancia de algo devalúa ese algo que pasa a ser un elemento más de la rutina diaria. Monotonía vital.
Y sin embargo, esa sobreabundancia o esa rutina monótona y aplastantes no son universales: varían de una región a otra, de una persona a otra, incluso de un tiempo a otro. Y, de nuevo en Viena, uno llega a esta ciudad apaleada por vientos y hielos y nieves y frío y más frío y nubes, y nubarrones, y nieve y viento, viento, viento durante largos meses de invierno. Y es aquí donde opera el milagro: sale la mariposa de su capullo (escondida sin remedio) y con los primeros rayos de sol y un moderado calor la ciudad se abre, se transforma y sale de su rutina. Es primavera. Una primavera que se te encarama a los ojos y te vapulea de una forma que es imposible ignorarla.
Quien vive bajo un sol sempiterno difícilmente podrá experimentar una sensación similar pues ya está habituado a la luz de un cielo abierto y brillante. De nuevo la abundancia y la rutina. Pero quien carece de él, quien no está acostumbrado a él, lo recibe con una alegría, un asombro y unas ganas apabullantes.
Este fin de semana Viena ha celebrado la llegada de la primavera. Sus calles, ya engalanadas con unos brotes generosos verdes, violetas, blancos por cada rama de los infinitos árboles, se han entregado a las gentes. Las gentes se han entregado a la ciudad y se han subido a sus patines, monopatines y bicicletas. La ciudad entera ha rodado de parque en parque, de rincón a rincón, para celebrar la llegada de lo tan deseado: el sol, el calor, la primavera.
Ha sido algo espontáneo. Los árboles han explotado en aromas y colores en apenas una semana. Y unos y otros han cogido sus mantas para ocupar todas las miles de zonas verdes (una cada 50 metros diría yo sin exagerar. Quizás un parque cada 200 metros en algunos casos en los que se atraviesa uno de los dos millones de palacios. Porque esto es Viena: un palacio con jardines. Toda ella. Incluso se ha organizado una concentración de bicicletas donde además de espectáculos de saltos se compraban y vendías bicis, había talleres para repararlas, bares, barbacoas, exposiciones, exhibiciones,.. y toda una auténtica cultura de y para la bici: una bienvenida oficial para que aquellos que no estuvieran a punto pudieran aprovechar el momento y preparar las bicis porque en este tiempo, viviendo en Viena, es impensable andar por ahí sin una de estas bicis. Que para eso hay que aprovechar la no lluvia y el calorcito que ya nos va rozando....
Por cierto, tanto es así, tan preparada está la ciudad para las bicicletas y tal acogida tienen éstas entre los vieneses que hasta la policía se adapta a la nueva situación. Después de un fin de semana loco con mi "nueva" vieja bicicleta PUCH (pura austriaca), de vuelta a casa un domingo a las doce de la noche, me paran dos coches policiales. Documentación por favor. Y al poco: sople por favor. TEST DE ALCOHOLEMIA PARA BICICLETAS... toma ya. Y no he sido el único: seis estábamos en ese momento soplando. Menos mal que las dos cervezas que llevaba encima no me han delatado y he podido continuar la marcha sin variar mi buena opinión que tenía de las ventajas de conducir en bici por la ciudad. Eso sí, tengo que poner una luz urgentemente, so pena de multa.
Parece ser que las historias continuarán....
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que viva la primavera, el sol y los controles de alcoholemia. Aquí parecen que no existen.....
ResponderEliminarQue bonita descripcion de la llegada de la primavera!!!!y por supuesto la bicicleta de color rojo jajajajja...cuidate pequeño!!
ResponderEliminarUn beso
Elizabeth
jajaja cuidado con las multas que me han dicho que en latinamerica estan cayendo como la lluvia :)
ResponderEliminarMe gusta pasar por aquí, dar una vuelta, eso sí, sin bicicleta y de esa forma voy más segura, en principio sin temor a saborear un buen vino, ya que a mi no me paran y no me hacen el control de la alcoholemia. Me daré otra vuelta en la próxima vez, seguro que estaré comiendo un buen trozo de pan y queso manchego, tampoco eso da al soplar.
ResponderEliminarBesos