jueves, 24 de junio de 2010
"La Libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos"
... Y continúa Don Quijote: "con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida". La libertad. He ahí la gran cuestión. ¿Dónde empieza, dónde acaba? ¿Cómo se protege? ¿Qué es y qué no es libertad?
Se me viene a la cabeza estas disquisiciones a raíz del debate social habido en España, y en mi oficina, en los últimos días acerca de la prohibición que se ha aprobado del uso del burka en lugares oficiales. Bajo el pretexto de defender la dignidad de la mujer lo que se ha hecho ha sido prohibir el uso de tal prenda. Y digo yo ¿la solución es la prohibición? ¿llevar el burka implica una pérdida de dignidad humana? ¿Qué pasa si alguien quiere llevarlo por voluntad propia?
Creo que el debate está viciado desde sus primeras premisas. No creo que sea cierto que llevar burka implique, SIEMPRE, una imposición. Me parece que es algo más cultural. No digo que en ciertos casos haya una imposición, y por ende una degradación humana, pero no siempre. Partiendo de esta tesis, creo que no tiene sentido la prohibición ya que uno es libre de vestir como quiera. La libertad, querido Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos. Y sin embargo, esa libertad se nos cercena constantemente aquí y allá bajo las más variopintas excusas. Evidentemente siempre hay que evitar los abusos y proteger a los débiles. Las mujeres, desgraciadamente, suelen ser objeto de tales aberraciones, pero no por llevar burka. ¿Cuántas mujeres españolas no mueren al año a manos de sus maridos? Y no llevan burka. Luego entonces hay que focalizar las medidas de protección de otra forma: a través de organizaciones sociales, de programas educativos, de facilitar el acceso de la mujer oprimida a una salida digna... pero no mediante prohibiciones.
El uso del burka no es sino una excusa, una cortina de humo y, en última instancia, el miedo a lo desconocido o la ignorancia de otras costumbres. Imaginemos a alguien que no conoce nuestra tradición católica y aterriza en Sevilla en plena Semana Santa. ¿Qué pensaría de tantos hombres, mujeres y NIÑOS que salen a la calle cargados con un trozo de madera y tapados de pies a cabeza, tan solo con un par de orificios en los ojos para poder ver? ¿Y de los que se laceran públicamente? ¿Y de los empalaos que siempre salen en televisión? Todo esto lo vemos "normal" porque comprendemos esta cultura en la que estamos inmersos. Probablemente nada tenga que ver con la religión, sino precisamente con la cultura popular. Es posible que para mucha gente no sea comprensible, pero por no ser comprensible esto para muchos ¿debería prohibirse? ¿No es uno libre de lacerarse públicamente, o de taparse con las vestimentas de nazareno si así lo desea? ¿No habrá nadie que cuestione la voluntad de los niños a los que visten así de nazarenos? ¿Y qué hay de la mutilación de las niñas que nada más nacer se les perforan las orejas para colocarles un par de pendientes?
Lo que trato de resumir es que muchas manifestaciones públicas personales pueden no entenderse, pero no necesariamente son degradaciones humanas. Algunos casos puede que sí, pero no sistemáticamente. Quizás el aspecto cultural tiene algo que ver, y la voluntad personal de seguir las normas culturales quizás poco tenga que ver con la violación de derechos humanos. ¿por qué no hacer lo que uno libremente quiera, mientras no colisione con los derechos y libertades de otras personas? Es decir: ¿por qué no puedo utilizar burka, o corbata, o el traje de monja de clausura o de obispo o de nazareno, o de carnaval libremente, siempre y cuando uno quiera hacerlo? ¿a quién daña que uno vaya vestido así por la calle? Otra cosa son los gustos personales y las preferencias de cada cual, pero eso es harina de otro costal. Intentar que todos sigan unos parámetros obligatoriamente, cercenando las posiblidades que en nada afectan al resto de personas, es una violación de la libertad. Y ya sabemos que por ella "se puede aventurar la vida". ¿No estamos dando pie con estas polémicas prohibiciones, quizás, a que algún fanático quiera aventurar su vida para defender su "libertad"? ¿No haremos caldo de cultivo, con prohibiciones semejantes, para que los fundamentalistas enarbolen la bandera oportunista de la lucha de la defensa del Islam, por ejemplo, cuando en realidad se trata de asuntos culturales, bien distintos?
jueves, 17 de junio de 2010
LUIS CALLEJAS: "LA INMIGRACIÓN ES UNA NECESIDAD NO UN PROBLEMA"
Lo políticamente correcto está de moda y ciertos temas, como la inmigración y la religión, pueden resultar incómodos. En medio de una sociedad en la que individualidad de la persona prima sobre lo colectivo, justo en ese desierto de la intolerancia, la xenofobia y el racismo en el que a menudo nos estancamos, surge un oasis profundo: un chorro de agua fresca incontrolable, calmada pero incesante. Ese manantial se llama Luis Callejas, herenciano, fraile mercedario y, sobre todo, persona. Habla desde el sosiego y sin circunloquios, llamando a las cosas por su nombre, sin eufemismos ni palabras capciosas. Su estilo es directo, veraz, sin medias tintas, ni resquemores, ni reproches, sin la carga de presiones externas. Es un alma libre, y se nota. Abre su corazón con la misma facilidad que se abren las puertas de la Casa de Refugiados de Madrid donde trabaja. “Esto no es un trabajo sino una vocación. Si mi vivencia con los chavales lo convierto en un trabajo, a los dos días estoy quemado. En cambio al ser mi vida, pongo sobre la mesa todo lo que tengo. Vivo en una comunidad de tres religiosos con menores y jóvenes inmigrantes solicitantes de asilo. Pretendemos que esto sea una familia y lo hacemos compartiendo espacio, momentos de encuentro… todo. Compartimos ilusiones y miedos por el futuro pero también desgracias del pasado”.
Luis habla de proyectos en marcha, retos, obstáculos, pero siempre en plural. “Porque somos una gran familia que pretende hacer realidad las esperanzas de futuro de estos chavales”. Se refiere a los 46 jóvenes a los que la entidad religiosa da refugio en 6 centros en Madrid, pero también al equipo de 27 trabajadores y profesionales, entre piscólogos, abogados, trabajadores sociales, insertores sociales, o educadores de cada uno de los recursos residenciales, así como a un grupo de 35 voluntarios, que hacen posible esta misión. “Aquí llegan chavales que salen de su tierra, sobre todo del África subsahariana, dejando todo por cuestiones religiosas, políticas, étnicas. Nosotros les ofrecemos una integración en la nueva sociedad que encuentran. Los protegemos no para impedir que nadie se acerque a ellos sino para que superen las dificultades que han tenido en sus países y les sea posible iniciar un nuevo proyecto de vida. Pretendemos que puedan enfrentarse a la sociedad casi en igualdad de condiciones que otra personas (papeles y trabajo) y acceder al alquiler de una habitación”.
Aquí es donde pudiera surgir la duda: ¿qué es integración, dónde empieza la imposición o hasta qué punto es tolerable ciertas cosas por parte de la sociedad de acogida? “La integración pasa por la interacción. Aquí ponemos en la mesa no solo alimentos para consolar sus tristezas, sino también esperanzas; y compartimos nuestra cultura y religión. En vez de separarnos nos unimos ya que no prevalece el criterio del más fuerte sino del consenso, donde todo tiene cabida si se sabe plantear. No podemos imponer nada”. Conviene no olvidar que hablamos de personas. De seres humanos idénticos en casi todo, excepto quizás en drama real vivido. “En el fondo hay historias humanas trágicas. Normalmente son chavales que vienen con grandes problemas con trastornos psicológicos. Gestionar todo esto conlleva dedicación y a veces sinsabores porque es complicado hacer ver que es una realidad muy compleja. Nadamos a contracorriente porque los medios de comunicación venden la inmigración como un problema cuando debe ser, y en muchos casos lo es, una necesidad. Hace 3 o 4 años en España había una necesidad de mano de obra de baja cualificación. Ahora con la crisis económica se termina por atacar a los más débiles Y dentro de esa parte débil de la sociedad están los inmigrantes. Y de entre ellos, los débiles de los débiles son los que nosotros acogemos porque son inmigrantes menores sin acompañamiento familiar. Están solos”.
La Casa de Refugiados de La Merced se financia con fondos provenientes de las distintas Administraciones Públicas, fondos de las obras sociales de las cajas de ahorros, y aportaciones privadas, además de los recursos de la Orden de La Merced. En el contexto de crisis actual, la cierta dependencia a los recursos públicos conlleva una merma en la propia financiación del proyecto. “Se está notando el recorte en todo: en los fondos económicos y los plazos de las convocatorias. Pero trataremos de sacarle el máximo rendimiento. Nuestro propósito no es hacernos ricos. A día de hoy estamos inmersos en la creación de una empresa. ¿Una empresa en un momento de crisis? Pues sí: es una locura y no es una locura. Se trata de una empresa de inserción. Queremos montar una frutería y gestionar un bar. Esta iniciativa nos permite que haya chavales que puedan finalizar su proceso, y mediante esta empresa de inserción lo que se pretende es dar trabajo a aquellos jóvenes que están en riesgo de exclusión social. Gracias a ello se les facilita poder conseguir los papeles y estar en situación regular en España. Está previsto empezar en julio o agosto, depende de lo que tardemos con los trámites burocráticos”.
Burocracia. Cuando se persiguen unos fines justos y se interponen tantos obstáculos, esa palabra, esos trámites forzosos, suenan a latigazos en las carnes. Pero mayores son las bofetadas de los políticos, con sus intereses espúrios que laceran unos objetivos dignos y humanos. “La Comunidad de Madrid nos propuso firmar un acuerdo para que estos centros fueran no únicamente para inmigrantes. Nosotros somos una entidad muy dedicada a la inmigración y no estamos preparados para una intervención con chavales españoles. Esto puede resultar chocante pero es muy diferente trabajar con las espectativas, inquietudes e ilusiones de un inmigrante, que con las de un chaval español que parte de la ventaja de regularidad y cuya formación no está condicionada a tener o no trabajo. Nunca nos hemos cerrado a poder ayudar a españoles, y de hecho así lo hemos hecho con chavales del barrio con problemas de consumo de drogas. Pero entendimos que lo que pedía la Comunidad era una respuesta sí o sí, a una propuesta que en el fondo perseguía retirar del sistema de protección los centros específicos de ayuda al inmigrante. ¿El objetivo? Creemos que vender a los medios de comunicación que en Madrid no hay inmigración. Esto genera conflictos dentro de una misma idelogía política: por un lado la Comunidad de Madrid los echan a la calle y por otro no le queda más remedio al Ayuntamiento [también gobernado por el PP] que proporcionar recursos para atenderlos. En Madrid se está viendo a muchos chavales jóvenes viviendo en la calle, lo que conlleva un riesgo social increible. Por eso nosotros nos opusimos. No firmamos aquel acuerdo y no recibimos fondos de la Comunidad de Madrid para estos fines. Pero creemos que hicimos lo correcto porque mantenemos abiertos nuestros centros, no como otros que al final tuvieron que cerrar”.
Uno entra a la Casa de La Merced y recala en un remanso de paz. A tan solo unos metros de la populosa plaza de toros de las Ventas, donde los señoritos toman engominados sus vermuths y ging tonics a las cinco de la tarde y se abarrotan las barras desbordadas por platos de gambas y langostinos, aguarda paciente y con las puertas de par en par esta casa tranquila. Entran y salen chavales que saludan al desconocido, sin ningún problema. Destacan sus pieles oscuras, y sus sonrisas claras y blancas. Los pájaros ponen la melodía de fondo mientras uno se adentra en sus vidas sencillas, que comparten sabiéndose en casa. Luis presenta a sus amigos, grandes y pequeños, religiosos y legos. Y la imaginación intenta averiguar cómo se las ingenian para compaginar tanta diversidad. “Sin ningún problema. Con la mayor de las alegrías por poder compartir. Cuando llega la hora de comer se bendice. Y lo puede hacer un musulmán o un cristiano. Esta es la gran paradoja que tiene esta Casa. La experiencia nos ha demostrado que estos años de convivencia religiosa entre musulmanes y cristianos no nos aleja sino que nos acerca. Es bonito celebrar entre todos la fiesta del Ramadán, o la del cordero, o la Nochebuena, o Reyes. Nuestra Casa es una casa abierta a todo y a todos. Intentamos hacer visible a la sociedad que podemos vivir en un mismo techo. Somos personas y nos enriquecemos unos a otros”.
Sin embargo a la sociedad le cuesta entender eso. Supongo que aún hay muchos prejuicios y miedos. “Creo que poco a poco vamos evolucionando, pero queda un trabajo grande por delante. La primera vez que fui a Herencia con los chavales mi abuelo estaba temeroso. Desconfiaba de los chavales. Sospechaba que fueran a meterse a algún sitio para quitar algo. Mi sorpresa fue que al mes siguiente volvimos y mi abuelo tenía preparado en casa un gran banquete para ellos. Mi abuelo me decía muchas veces: es que me llaman abuelo y me sienteo como si fuesen mis nietos. Él nunca había tenido una experiencia de vivir con negros o musulmanes tan de cerca y sin embargo llegaba a entablar una relación estrecha con ellos. La clave es que no iba ya con ningún prejuicio. La sociedad tiene miedo a lo distinto, pero cuando lo conocen se dan cuenta de que han cometido un error. Somos humanos y lo primero que hacemos es mirar para atrás con desconfianza. Pero cuando se establece una relación, no hay problema”.
El 19 de junio es el día del Refugiado. Ese día Luis seguirá compartiendo su vida con el resto de la gran familia. Ese día se acercarán por la Casa muchos de los más de 500 jóvenes inmigrantes que han pasado por ella en estos 23 años. Ese día será una fiesta, sin duda, pero sobre todo será una auténtica concentración de humanidad, y de ejemplo. Allí nadie se mirará las pieles, ni sentirá la desconfianza de los acentos. Nadie reparará en las evidencias religiosas de unos u otros, porque todos estarán agradeciendo el trabajo, que no es trabajo sino vida pura, de Luis y su familia. Y demostrar que lo que allí se hace es extensible a cualquier otro sitio. “Porque nace de nosotros como personas el poder hacer que las cosas cambien”.
miércoles, 16 de junio de 2010
De velos, burkas y otras excusas
Aquellas tristes campanadas, hace poco lejanas, se acercan cada vez más, hasta nuestras cocinas. Aquellos ecos franceses, que trataban de la supuesta "libertad religiosa" y de la laicidad del Estado, han cruzado los Pirineos para instalarse de lleno en nuestra agenda política, y social. Primero fueron algunos Ayuntamientos catalanes, pero pronto la moda, o la peste, ha sido asumida incluso por el propio Gobierno central: se está estudiando la prohibición del uso del burka en ciertos lugares públicos.
Antes de alegrarme abiertamente por esta medida, de congratularme por las buenas intenciones de los bienhechores de estas iniciativas, y sumarme a la condena total del burka, me surgen algunas preguntas. Muchas:
¿Qué es lo que se pretende realmente con esta prohibición? ¿Por qué se va a prohibir el uso del burka dentro de algunos edificios públicos y no totalmente, porque sí podrán ir por la calle con él puesto? Siendo, como estamos, en una supuesta sociedad libre: ¿por qué no es posible ir completamente tapado? ¿o desnudo? ¿qué molesta más, que vaya la mujer completamente cubierta, o que ese hecho tenga connotaciones religiosas? ¿qué pasaría si en carnaval, o en cualquier fiesta de disfraces, voy completamente tapado? La defensa de la mujer, de su integridad, de su dignidad ¿pasa por la prohibición del uso de un burka obligatoriamente? Si esto es así: ¿por qué no se prohibe totalmente (incluso en la calle, o en el ámbito privado)? ¿Qué es lo que nos molesta realmente del burka aquí en España (no hablo de Afganistán donde probablemente el contexto social y político sea tan fuerte que realmente sea un yugo, una obligación)? ¿Prohibiendo el uso del burka en ciertos lugares se protege realmente a la mujer? ¿Es eficaz esta medida para "salvar" la dignidad de la mujer? ¿Es indigno llevar el burka? ¿Y si lo llevan porque realmente quieren y no por imposición? ¿No sería más lógico facilitar mecanismos de ayuda social a las mujeres musulmanas para que rompan su silencio y denuncien los abusos de sus maridos, al estilo de las mujeres (en general) que son maltratadas por sus parejas en España? ¿No sería más eficaz luchar contra la discriminación a partir de medidas de educación, de ayuda social, que mediante pomposas normas legislativas basadas en la prohibición?
¿Por qué nos empeñamos en buscar soluciones a problemas complejos a base de PROHIBICIÓN? ¿Es la prohibición, en general, la solución a todos los males?
No me gustan las modas populistas, no me gustan las medidas express ni rimbombantes que buscan acaparar titulares, no me gustan medidas simplistas ni represoras, ni fáciles. Pero sobre todo, no me gusta quedarme callado mientras la espiral del silencio crece y crece, a favor de los que no piensan más que en ellos mismos y en imponer sus pensamientos (mínimos y cortos de miras, en muchas ocasiones) a base de PROHIBICIONES. Y en cima, nos lo venden como el triunfo de la LIBERTAD.
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