jueves, 17 de junio de 2010
LUIS CALLEJAS: "LA INMIGRACIÓN ES UNA NECESIDAD NO UN PROBLEMA"
Lo políticamente correcto está de moda y ciertos temas, como la inmigración y la religión, pueden resultar incómodos. En medio de una sociedad en la que individualidad de la persona prima sobre lo colectivo, justo en ese desierto de la intolerancia, la xenofobia y el racismo en el que a menudo nos estancamos, surge un oasis profundo: un chorro de agua fresca incontrolable, calmada pero incesante. Ese manantial se llama Luis Callejas, herenciano, fraile mercedario y, sobre todo, persona. Habla desde el sosiego y sin circunloquios, llamando a las cosas por su nombre, sin eufemismos ni palabras capciosas. Su estilo es directo, veraz, sin medias tintas, ni resquemores, ni reproches, sin la carga de presiones externas. Es un alma libre, y se nota. Abre su corazón con la misma facilidad que se abren las puertas de la Casa de Refugiados de Madrid donde trabaja. “Esto no es un trabajo sino una vocación. Si mi vivencia con los chavales lo convierto en un trabajo, a los dos días estoy quemado. En cambio al ser mi vida, pongo sobre la mesa todo lo que tengo. Vivo en una comunidad de tres religiosos con menores y jóvenes inmigrantes solicitantes de asilo. Pretendemos que esto sea una familia y lo hacemos compartiendo espacio, momentos de encuentro… todo. Compartimos ilusiones y miedos por el futuro pero también desgracias del pasado”.
Luis habla de proyectos en marcha, retos, obstáculos, pero siempre en plural. “Porque somos una gran familia que pretende hacer realidad las esperanzas de futuro de estos chavales”. Se refiere a los 46 jóvenes a los que la entidad religiosa da refugio en 6 centros en Madrid, pero también al equipo de 27 trabajadores y profesionales, entre piscólogos, abogados, trabajadores sociales, insertores sociales, o educadores de cada uno de los recursos residenciales, así como a un grupo de 35 voluntarios, que hacen posible esta misión. “Aquí llegan chavales que salen de su tierra, sobre todo del África subsahariana, dejando todo por cuestiones religiosas, políticas, étnicas. Nosotros les ofrecemos una integración en la nueva sociedad que encuentran. Los protegemos no para impedir que nadie se acerque a ellos sino para que superen las dificultades que han tenido en sus países y les sea posible iniciar un nuevo proyecto de vida. Pretendemos que puedan enfrentarse a la sociedad casi en igualdad de condiciones que otra personas (papeles y trabajo) y acceder al alquiler de una habitación”.
Aquí es donde pudiera surgir la duda: ¿qué es integración, dónde empieza la imposición o hasta qué punto es tolerable ciertas cosas por parte de la sociedad de acogida? “La integración pasa por la interacción. Aquí ponemos en la mesa no solo alimentos para consolar sus tristezas, sino también esperanzas; y compartimos nuestra cultura y religión. En vez de separarnos nos unimos ya que no prevalece el criterio del más fuerte sino del consenso, donde todo tiene cabida si se sabe plantear. No podemos imponer nada”. Conviene no olvidar que hablamos de personas. De seres humanos idénticos en casi todo, excepto quizás en drama real vivido. “En el fondo hay historias humanas trágicas. Normalmente son chavales que vienen con grandes problemas con trastornos psicológicos. Gestionar todo esto conlleva dedicación y a veces sinsabores porque es complicado hacer ver que es una realidad muy compleja. Nadamos a contracorriente porque los medios de comunicación venden la inmigración como un problema cuando debe ser, y en muchos casos lo es, una necesidad. Hace 3 o 4 años en España había una necesidad de mano de obra de baja cualificación. Ahora con la crisis económica se termina por atacar a los más débiles Y dentro de esa parte débil de la sociedad están los inmigrantes. Y de entre ellos, los débiles de los débiles son los que nosotros acogemos porque son inmigrantes menores sin acompañamiento familiar. Están solos”.
La Casa de Refugiados de La Merced se financia con fondos provenientes de las distintas Administraciones Públicas, fondos de las obras sociales de las cajas de ahorros, y aportaciones privadas, además de los recursos de la Orden de La Merced. En el contexto de crisis actual, la cierta dependencia a los recursos públicos conlleva una merma en la propia financiación del proyecto. “Se está notando el recorte en todo: en los fondos económicos y los plazos de las convocatorias. Pero trataremos de sacarle el máximo rendimiento. Nuestro propósito no es hacernos ricos. A día de hoy estamos inmersos en la creación de una empresa. ¿Una empresa en un momento de crisis? Pues sí: es una locura y no es una locura. Se trata de una empresa de inserción. Queremos montar una frutería y gestionar un bar. Esta iniciativa nos permite que haya chavales que puedan finalizar su proceso, y mediante esta empresa de inserción lo que se pretende es dar trabajo a aquellos jóvenes que están en riesgo de exclusión social. Gracias a ello se les facilita poder conseguir los papeles y estar en situación regular en España. Está previsto empezar en julio o agosto, depende de lo que tardemos con los trámites burocráticos”.
Burocracia. Cuando se persiguen unos fines justos y se interponen tantos obstáculos, esa palabra, esos trámites forzosos, suenan a latigazos en las carnes. Pero mayores son las bofetadas de los políticos, con sus intereses espúrios que laceran unos objetivos dignos y humanos. “La Comunidad de Madrid nos propuso firmar un acuerdo para que estos centros fueran no únicamente para inmigrantes. Nosotros somos una entidad muy dedicada a la inmigración y no estamos preparados para una intervención con chavales españoles. Esto puede resultar chocante pero es muy diferente trabajar con las espectativas, inquietudes e ilusiones de un inmigrante, que con las de un chaval español que parte de la ventaja de regularidad y cuya formación no está condicionada a tener o no trabajo. Nunca nos hemos cerrado a poder ayudar a españoles, y de hecho así lo hemos hecho con chavales del barrio con problemas de consumo de drogas. Pero entendimos que lo que pedía la Comunidad era una respuesta sí o sí, a una propuesta que en el fondo perseguía retirar del sistema de protección los centros específicos de ayuda al inmigrante. ¿El objetivo? Creemos que vender a los medios de comunicación que en Madrid no hay inmigración. Esto genera conflictos dentro de una misma idelogía política: por un lado la Comunidad de Madrid los echan a la calle y por otro no le queda más remedio al Ayuntamiento [también gobernado por el PP] que proporcionar recursos para atenderlos. En Madrid se está viendo a muchos chavales jóvenes viviendo en la calle, lo que conlleva un riesgo social increible. Por eso nosotros nos opusimos. No firmamos aquel acuerdo y no recibimos fondos de la Comunidad de Madrid para estos fines. Pero creemos que hicimos lo correcto porque mantenemos abiertos nuestros centros, no como otros que al final tuvieron que cerrar”.
Uno entra a la Casa de La Merced y recala en un remanso de paz. A tan solo unos metros de la populosa plaza de toros de las Ventas, donde los señoritos toman engominados sus vermuths y ging tonics a las cinco de la tarde y se abarrotan las barras desbordadas por platos de gambas y langostinos, aguarda paciente y con las puertas de par en par esta casa tranquila. Entran y salen chavales que saludan al desconocido, sin ningún problema. Destacan sus pieles oscuras, y sus sonrisas claras y blancas. Los pájaros ponen la melodía de fondo mientras uno se adentra en sus vidas sencillas, que comparten sabiéndose en casa. Luis presenta a sus amigos, grandes y pequeños, religiosos y legos. Y la imaginación intenta averiguar cómo se las ingenian para compaginar tanta diversidad. “Sin ningún problema. Con la mayor de las alegrías por poder compartir. Cuando llega la hora de comer se bendice. Y lo puede hacer un musulmán o un cristiano. Esta es la gran paradoja que tiene esta Casa. La experiencia nos ha demostrado que estos años de convivencia religiosa entre musulmanes y cristianos no nos aleja sino que nos acerca. Es bonito celebrar entre todos la fiesta del Ramadán, o la del cordero, o la Nochebuena, o Reyes. Nuestra Casa es una casa abierta a todo y a todos. Intentamos hacer visible a la sociedad que podemos vivir en un mismo techo. Somos personas y nos enriquecemos unos a otros”.
Sin embargo a la sociedad le cuesta entender eso. Supongo que aún hay muchos prejuicios y miedos. “Creo que poco a poco vamos evolucionando, pero queda un trabajo grande por delante. La primera vez que fui a Herencia con los chavales mi abuelo estaba temeroso. Desconfiaba de los chavales. Sospechaba que fueran a meterse a algún sitio para quitar algo. Mi sorpresa fue que al mes siguiente volvimos y mi abuelo tenía preparado en casa un gran banquete para ellos. Mi abuelo me decía muchas veces: es que me llaman abuelo y me sienteo como si fuesen mis nietos. Él nunca había tenido una experiencia de vivir con negros o musulmanes tan de cerca y sin embargo llegaba a entablar una relación estrecha con ellos. La clave es que no iba ya con ningún prejuicio. La sociedad tiene miedo a lo distinto, pero cuando lo conocen se dan cuenta de que han cometido un error. Somos humanos y lo primero que hacemos es mirar para atrás con desconfianza. Pero cuando se establece una relación, no hay problema”.
El 19 de junio es el día del Refugiado. Ese día Luis seguirá compartiendo su vida con el resto de la gran familia. Ese día se acercarán por la Casa muchos de los más de 500 jóvenes inmigrantes que han pasado por ella en estos 23 años. Ese día será una fiesta, sin duda, pero sobre todo será una auténtica concentración de humanidad, y de ejemplo. Allí nadie se mirará las pieles, ni sentirá la desconfianza de los acentos. Nadie reparará en las evidencias religiosas de unos u otros, porque todos estarán agradeciendo el trabajo, que no es trabajo sino vida pura, de Luis y su familia. Y demostrar que lo que allí se hace es extensible a cualquier otro sitio. “Porque nace de nosotros como personas el poder hacer que las cosas cambien”.
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