lunes, 14 de marzo de 2011

ARMONÍA


Es lo que tenemos las personas: que nos terminamos acostumbrando a todo. Por eso cuando uno se aleja del hábitat al que está hecho, fácilmente se da cuenta de ciertas cosas. De entre ellas, la más evidente de todas: el ruido.

Madrid, nueve de la mañana. Sales de casa y por encima del ruido de los motores de los coches y las motos a toda hostia, los pitidos en los atascos. Entras en el bar de la esquina pides café y barrita y de inmediato el camarero ordena la comanda: barrita!!!!! y mediana con leche!!!!! La tele encendida por encima de todos, y unos y otros gritándole al móvil o repasando la política del día. Terminas, pagas y vas al metro. En el vagón: la de la música con el móvil amenizando a todos, el grupo de amigos bromeando, los que entran a pedir con música o sin ella, pero con un discurso estudiado...

Uno se acostumbra a eso y casi ni lo nota. Uno termina adaptándose al medio, cualidad admirable del ser humano, y se acostumbra, por ejemplo, al ruido.

Y de repente, un día, caes en un país distinto, en una ciudad diferente como pueda ser Viena. Pasan los días, la emoción lógica de las primeras horas, se visita la ciudad y se adapta a ella. Y poco a poco uno descubre un tesoro intangible, tan rico y enorme como los millones de palacios imperiales, y casi no sabe ni lo que es hasta que cae en la cuenta del silencio. Un silencio que cubre la ciudad como un manto invisible. Un silencio que te abofetea la cara al salir a la calle. No hay coches que piten, ni gritos en los bares, ni estampidas en el metro. Todo es un continuo discurrir fluido, con un ritmo interno natural, sin estridencias.

Así es Viena: pura armonía. Cadencias de ruidos imprescindibles pero no abusivos: suaves, graciosos y puntuales. Como el tranvía cada cinco minutos (clin-clin, y el discurrir de los railes alejándose). Pausas y silencios entre los discos en rojo que retienen una circulación motorizada que no es pesada. Y la marcha continúa en cada rincón. Sin precipitaciones. Con respeto. Un respeto hacia las personas que convierte a la ciudad en una composición melódica, casi de nanas diría yo.

Schhhhhhhhhh (en bajito): hasta mañana, dulces sueños...

1 comentario:

  1. Ostras Isi aún no había entrado a tu blog!
    Es una gozada como describes la ciudad, da mucha envidia sana el civismo y la limpieza que tiene, aunque supongo que a ellos también les debe dar envidia la vida y la fiesta de nuestras ciudades o no? ya nos harás un post de la vida nocturna cuando la tengas bien estudiada!!!

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