domingo, 10 de octubre de 2010

Antonio Martín-Viveros Tajuelo: “Hay que atreverse a todo en esta vida”


Nada mejor que sus palabras, bien jugadas, bien traídas y soñadas, para hablar de él. Porque Antonio Martín-Viveros, este herenciano de 28 años no es sino puro sentimiento, pero callado. Tan callado que necesita de su escritura para evitar una explosión interna de emoción. Y es la poesía su cauce, y de entre sus versos brotan manantiales de sensaciones. Antonio confiesa que es feliz, a pesar de todo, y por ese todo, en una de sus limpias, frescas y delicadas poesías. Y más fuerte, pese a su aspecto delicado. Y es su fuerza su palabra, y su propio arte, en mayúscula. Profesor de la Universidad Carlos III donde imparte clases de Historia Medieval y Técnicas de expresión oral y escrita, Martín-Viveros cultiva otras artes: música, pintura, además de la literatura. Un auténtico humanista en pleno siglo XXI. Acaba de publicar su tercer poemario, ‘Gracias por haber sido’, de la mano del Ayuntamiento de Herencia, que lo edita. Nos citamos en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, ciudad en la que vive actualmente. No evade las cuestiones más espinosas o polémicas, clava los ojos, seguro de sí mismo, aun en sus dudas. Piensa, medita y abre su coraza, y expone sus convicciones, sin complejos.

¿Cómo te definirías?
Muy difícil. Humanista es una palabra que engloba todo, incluso algunas cosas en las que no me incluyo. Yo no me defino. No me gustan las etiquetas ni las clasificaciones y no quiero encasillarme en nada. En cuanto te defines, te limitas tú mismo. Me gusta jugar con varias disciplinas de las artes: la música, las letras, la pintura… No me considero pintor, pero en mis ratos libres me dedico a ello. Me apasionan las artes plásticas y la literatura.

¿Por qué la Historia Medieval?
Me gusta mucho la Historia en general, pero el medievo me parece apasionante y creo que, en líneas generales ha estado muy desoído por la Historiografía; muy pocos estudiosos se han dedicado a este periodo, en comparación con otros. Además no es una etapa histórica nada oscura, es interesantísima, en la Edad Media se desarrolla todo: desde música hasta lo que a mí me gusta y que he convertido en mi tema de estudio: la religiosidad laica.

¿No está la sociedad deshumanizada en el sentido más humanista?
Lo que pasa es que está fragmentada, más que deshumanizada. Estamos tan, tan especializados que nos olvidamos de lo demás. Desde la más temprana educación ya nos vamos seleccionando: ciencias o letras, étc… siendo que, al contrario, si todos los dedos, como si fueran hilos, se fueran trenzando, ninguno llegaría a romperse, los más fuertes reforzarían a los más débiles y se formarían cordones mucho más resistentes. Si a la hora de estudiar un periodo histórico, por ejemplo, una sola persona lo pudiera hacer desde múltiples puntos de vista: desde la pintura, historia, literatura, sociedad, economía… sería capaz de configurar una visión más amplia y rica que si se hace desde la simple especialidad de una disciplina particular. Nos van guiando hacia la especialización desde pequeños. Habría que rebelarse contra eso. Necesitamos personas que se atrevan a ello.

¿Cómo se consigue eso?
Es muy difícil. Aunque el referente sea, como dice Mario en el prólogo del libro, el Humanismo del Renacimiento, ellos tampoco dominaban todas las artes, pero, por el contrario a lo que ocurre actualmente, sí apostaban por esa visión más general.

¿Hay que tener una sensibilidad especial para escribir poesía?
Hay que tener sensibilidad. ¿Especial? No lo sé, porque poesía hay de todo tipo, incluso hay ruda y cruda que es muy buena. Hay que tener sensibilidad, valor y, sobre todo, lo que no hay que tener es miedo. El miedo es el peor enemigo no solo del poeta sino de cualquier escritor o persona que quiera hacer algo. Hay que atreverse a escribir, atreverse a sentir, atreverse a expresar. Hay que atreverse a todo en esta vida.

¿Por qué escribes poesía?
Porque la poesía es el mejor y más eficaz catalizador de mis sentimientos, ya que soy una persona tímida y no los expreso con la frecuencia que debería. Al tener tanta producción de sentimientos dentro tienes que buscar un cauce. Hay gente que eso lo consigue con la pintura, con la literatura novelesca, con la música… y yo lo hago con la poesía, desde muy pequeño.

¿Y qué necesitas expresar?
Todo. Se necesita expresar todo, por eso es necesario buscar esos cauces de expresión de sentimientos.

¿A la gente le interesa la poesía?
En general, no mucho. A los editores, no. La poesía no vende, pero yo no vivo de la poesía y por tanto no necesito venderla, lo cual es una ventaja. Yo escribo porque lo necesito y es un catalizador de mi propia vida. Esa poesía llega a un determinado círculo, que hoy en día es muy cerrado. Pero publicar poesía es prácticamente imposible. Vende otro tipo de literatura, pero no me dedico a ello, la leo, pero en la escritura de ese tipo de literatura más que jugar con la expresión y las palabras se necesitan unas condiciones que hoy por hoy no tengo.

La mayor parte de tu poesía es religiosa. ¿por qué te interesa tanto la religión?
Gran parte de mi poesía que se conoce es religiosa, más que nada porque los cauces de publicación de esa poesía han resultado más fáciles que el resto para darla a conocer. Pero no toda mi poesía es religiosa. La primera parte de ‘Gracias por haber sido’ y parte de la segunda, por ejemplo, recoge una poesía más intimista que conoce muy poca gente. Escribo poesía religiosa porque siento la religión como parte indivisible de mí, considero la fe como el motor de mi vida, vivo en esa sintonía.

Me da la sensación que hay más folclore que religión en determinadas manifestaciones religiosas públicas.
Prefiero llamarlo religiosidad popular. El folclore es otra cosa. Se trata de tradición y de un vínculo de convivencia colectiva muy fuerte. Hay dos posturas frente a ello: el que lo ve como algo ajeno, que puede llegar a pensar que se trata de una especie de locura frenética desatada alrededor de ciertas imágenes y manifestaciones religiosas; o la postura del que lo vive desde dentro, o está más receptivo a ello para poder comprenderlo. Cuando te encuentras con situaciones en las que la gente se encomienda por completo a Dios, en sus necesidades más apremiantes, a través de una imagen, se comprende… Porque la gente necesita a Dios. La gente cree. Otra cosa es que sigan los cauces establecidos o no, eso es otro debate, pero tengo claro que la fe verdadera no se impone, nace del corazón. Te encuentras con casos de personas que te cuentan sus historias, sus vivencias dentro de esta religiosidad popular, siempre desde el agradecimiento, y te das cuenta de que realmente hay algo grandísimo, que cuesta explicar con palabras. Y que no eres el único que siente lo mismo y que sentirte imbuido en esta manifestación colectiva de fe, tiene sentido.

Mucha gente quizás tenga ese sentimiento y sin embargo no cree en Dios.
No es cierto que no crean en Dios. Es una “malformación”, somos reacios, a veces, a reconocer las cosas. Es posible que no crean en los cauces oficiales, no es mi caso, ni en una Iglesia establecida de una cierta manera, pero tienen devoción, y posiblemente le recen a Dios mediante la imagen que les genera ese sentimiento, quizás no con el Avemaría o las oraciones establecidas en las estampas, pero sí hablándole y rezar es eso, hablar con confianza y con sinceridad, una comunicación con la divinidad.

Pero también hay mucha superstición mezclada, ¿no crees?
No creo que sea superstición. Lo que pasa es que hablamos, en ocasiones, de una religiosidad tan profunda que se incorpora a la cotidianidad. Te voy a poner un ejemplo en Herencia: el de “la Paz”. Un día la sorprendieron hablando con la Virgen de las Mercedes diciéndole: “Hermosa, mira a ver que yo no sé el tiempo que me queda de estar por aquí. Así que cuando llegue yo arriba dame corte que yo pará no quiero estar”. Y de la misma manera, en ese mismo camarín de la Virgen de las Mercedes, de cuya hermandad tengo el honor de ser presidente, te encuentras con situaciones similares. Muchas mujeres de nuestro pueblo se ponen ante la Virgen y le dicen “hijamía”. Llamar a la Madre “hija” es incorporarla a la vida de uno mismo y de tal manera que se siente como propia. Eso no es faltar al respeto, ni superstición, ni rozar blasfemia, ni nada, eso es amor, es ternura, es devoción y es tradición. El hacer la imagen tan tuya conlleva que cuando sea su fiesta se vaya a la procesión y se aplauda y se llore sintiéndola verdaderamente como algo tuyo, tan de la tierra o tan del cielo como tú mismo, como tu propia madre, tu propio padre o tus propios hermanos.

¿No tienes la sensación de quedarte solo dentro de la Iglesia dentro del rango de tu edad?
En absoluto. Te diré también que hay iglesias e iglesias, con minúsculas. Hay casos en los que las directrices de la pastoral están más atentas a las necesidades de la gente joven y en consonancia con ellos, y otros en los que no, y se limitan a seguir estrictamente “la ley”, el orden establecido, sin posibilidad de adaptación a los contextos concretos. Creo que en la medida en que se sea consciente de ello la Iglesia será de los jóvenes o, por el contrario, se les cortará definitivamente las alas.

La jerarquía católica transmite lejanía con su postura sobre muchos temas sociales
Estoy completamente de acuerdo contigo. Una institución con tantos años y con un aparato dogmático, teórico y de tradición tan voluminoso no se mueve con la ligereza de una institución nueva, pero no creo que se deba ir a contracorriente de la sociedad, la Iglesia acabará adaptándose a los tiempos y liderando su papel de ser sembradora de esperanza, de la esperanza de Cristo, y para eso vale cualquier tiempo. Somos muchos los que pensamos así. Como te decía antes, en la medida en que la Iglesia camine con la sociedad se verá la diferencia entre grupos de jóvenes dinámicos o parroquias vacías.

Has estado muy vinculado con la Semana Santa herenciana en los últimos años…
He pertenecido a la Junta Permanente de Hermandades durante varios años y desde ahí hemos intentado dinamizar la Semana Santa haciendo, por ejemplo, el libro guía que es, en su última edición, el mejor considerado de la provincia, incluso por delante del de Ciudad Real (que está declarada de Interés Turístico Nacional). Pero al final me he visto obligado a quedarme fuera, junto con otros compañeros, por determinadas acusaciones que ya se han demostrado falsas. Yo no tengo ningún problema en hablar y decir las cosas a las claras, además firmo todo lo que escribo y no me escondo de nada. Quiero muchísimo a la Semana Santa de Herencia y pienso que es una de las mejores que hay en nuestra Comunidad, teniendo en cuenta el volumen de Herencia. Tenemos los ingredientes claves para conseguir una declaración de Interés Turístico: mucha participación, una imaginería muy bien cuidada, unos desfiles procesionales elegantes y muy sobrios, y algunas características propias, como que cada hermandad tenga su propia banda.

¿Algún proyecto personal en mente?
Terminar mi tesis que trata sobre las cofradías en la Edad Media. Sobre el papel que tenemos que tener los laicos dentro de la Iglesia tiene mucho que decir la Edad Media. También hay un par de proyectos en proceso que no puedo hacer públicos todavía.

¿Cómo ves el panorama cultural de Herencia? ¿No tienes la sensación de que hay cierta apatía en este sentido?
No lo conozco demasiado porque no vivo en Herencia. Pero todo lo que se haga es poco, y lo poco o mucho que se haga siempre tiene que ser bienvenido. Hay que seguir trabajando porque hay que darle cauce a la cultura en todos los niveles, a través de la Sala de Exposiciones, de la recopilación de la Historia del pueblo, proyectos turísticos, clubes de lecturas, asociaciones, etc. No hay que dejar de hacerlo, no hay que dejar de llamar. Hay que hacer campaña cultural. No obligar a la cultura, pero sí animar a la cultura. Porque la gente no vaya a una obra de teatro, por ejemplo, no hay que dejar de programarla: en primer lugar en consideración a las veinte o treinta personas que vayan a ir a verla. Estamos acostumbrados a medir, a pesar y a considerara las cosas por el volumen. No es así. Algunas veces se requiere entender sobre algo para valorarlo, incluso para demandarlo, y no es elitismo, porque eso se consigue a fuerza de trabajo. No podemos pretender que se llene el auditorio para un acto cultural que quizás requiera unos ciertos conocimientos previos que hay que proporcionar, y si no se llena no podemos pensar que debería dejar de hacerse. La clave está ahí, en la cultura por la cultura misma.